Thursday, October 14, 2010

El Sapito Sordo

Era una vez una carrera....de sapos.

El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre.

Había en el lugar una gran multitud. Mucha gente para vibrar y gritar por ellos. Comenzò la competencia. Pero como la multitud no creìa que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era: ¡¡Qué pena!!

Esos sapos no lo van a conseguir...Los sapos comenzaron a desistir.Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima. La multitud continuaba gritando:¡¡Que pena!! ¡¡No lo va a conseguir...!! Y los sapitos estaban dándose por vencidos, salvo por aquel sapito que seguía y seguía tranquilo, ahora cada vez con más fuerza.

Ya llegando al final de la conpetencia, todos desistieron, menos aquel sapito que curiosamente, en contra de todos, seguía. Pudo llegar a la cima con todo su esfuerzo. Los otros querían saber qué le habia pasado.

Un sapito le fue a preguntar cómo él habìa conseguido concluir la prueba. Y descubrieron que... ¡era sordo!

No permitas que personas con pésimos habitos de ser negativos, derrumben las mejores y las más sabias esperanzas de tu corazón.

Recuerda siempre el poder que tienen las palabras que escuchas o lo que veas. Por lo tanto,¡ preocúpate siempre por ser POSITIVO!

MORALEJA: sè siempre “sordo” cuando alguien te dice que no puedes realizar tus sueños.

No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo El Señor. Levítico 19:14.

Wednesday, October 13, 2010

Lo que haces habla mas fuerte que lo que dices

¡Vales mucho!

No solamente es más apreciado el ser espontáneo, sino que es mucho más fácil.

Mucha gente gasta bastante energía en aparentar lo que realmente no es.

Por qué sucede que hay personas que parecen "mimetizarse" con los demás
y les cuesta ser natural y espontánea?
Por qué se dice lo que realmente no se siente?

Lo sé bien, porque en mis primeros años de vida fui así.
Tempranamente aprendí que no podía decir lo que pensaba, porque mis los mayores me lo reprochaban.

Luego, me pareció que los demás se sentían bien si uno estaba de acuerdo con ellos y mal si manifestaba opiniones diferentes.
Y yo buscaba desesperadamente la aceptación de los demás.

Sin embargo, fui descubriendo que los otros dejan de considerarte y respetarte
al darse cuenta que uno no tiene una opinión clara y definida.
Y lo peor, uno deja de respetarse a sí mismo.

Aprendí que no tenemos por qué caerle bien a todos ni estar de acuerdo con todos.
Es probable que cuando todos seamos sabios ya hayamos alcanzado la plena iluminación, estemos todos de acuerdo.

Mientras tanto, en la búsqueda de la verdad, tendremos posiciones distintas,
según nuestras experiencias y conocimientos.

Todo esto está relacionado con la seguridad en sí mismo.
En la medida que somos conscientes de nuestro propio valer, nos atrevemos a ser nosotros mismos y pensar por sí mismos.
No hay que andar por el mundo buscando satisfacer a los demás, ni llenando las expectativas de los otros.
Hay que disponerse a aceptar a los demás con sus virtudes y defectos, con sus opiniones y puntos de vista.
Y disponerse a respetarse también a sí mismo.

Es posible que al principio se pierdan amigos que no compartan nuestra manera de ser y opinar.
Pero si eres consecuente con tus ideas y contigo mismo, tendrás muchos verdaderos amigos en el futuro.

Decir la verdad puede que moleste a alguien, pero la mayoría aprenderá a valorar a quien es veraz.

Ya se escribió hace mucho tiempo (en La Biblia)
"que tu sí, sea sí; que tu no, sea no".


Una buena práctica es darse mensajes a sí mismo, ya sea mediante un diálogo interno, carteles, escritos, dibujos, etc., que digan: "Tengo seguridad y confianza en mí".

Tú vales mucho más de lo que te imaginas.

Tú eres importante para los demás.

Al menos hay una persona en el mundo para quien eres muy importante...

Para Dios y para mí !




Tuesday, October 12, 2010

EL AMOR Y LA PACIENCIA

Nada nutre más al amor que la paciencia.
Es la cualidad que nos ayuda a esperar, entender y tener esperanzas.
A veces parece quedar olvidada en un mundo que avanza a doble velocidad.
La paciencia significa mantener la serenidad y la contemplación frente a las desilusiones y los fracasos. No obstante, queremos acción, queremos soluciones, queremos respuestas. Y queremos que lleguen inmediatamente.
Esta filosofía es la responsable de juicios apresurados, que causan mucho dolor y desesperación innecesarios.
En el amor, las respuestas más importantes llevan tiempo, y ese tiempo debe estar lleno de esperanzas y vacío de presiones.
Muchos problemas son sólo sombras que generalmente desaparecen si se tiene paciencia.
Aquellos que realmente aman aprendieron a enfrentar los tiempos difíciles con alegría.
El premio más grande de la paciencia es el amor duradero.

Monday, October 11, 2010

Como hacer mas extraordinaria la vida

Doña Rosa era una ascensorista de un viejo edificio de juzgados en Bogotá que usualmente estaba congestionado de visitantes, los cuales, asustados, perdidos, molestos, afanados o simplemente apáticos, esperaban atiborrarse en uno de los viejos ascensores.
Cuando se abría la puerta, la multitud que salía empujaba a la que quería entrar, armando un caos que se repetía en casi todos los pisos; además del calor y los olores concentrados en el elevador.
A pesar de esto doña Rosa cuidaba su máquina como si fuera la más fina y valiosa.
Cada mañana, ella brillaba las partes metálicas y la aseaba lo mejor posible.
De todas maneras andaba sonriente y entusiasta, saludaba y despedía al abrir las puertas, disfrutaba sorprendiendo a sus viajeros frecuentes al recordar sus nombres, hacía bromas para que la gente sonriera, y respondía de buena gana a toda clase de preguntas.
Aparte de eso vendía papel oficial, sellos de correo, y en sus pocos ratos libres le encantaba tejer ropa para bebés.
Un día alguien le preguntó cómo podía permanecer tan contenta en esa clase de trabajo incómodo, rutinario y mal pagado.
A lo que ella contestó:
Muchas personas creen que yo actúo así por la gente, pero en realidad lo hago por mí.
Cuando trato bien a mis pasajeros me siento satisfecha, si los ayudo, la mayoría me trata bien y me aprecia.
Sé que mi ascensor es viejo y mal mantenido, -continuó-, pero cuando lo limpio y lo brillo, me estoy cuidando a mí misma, porque aunque no es mío, vivo en él muchas horas de mi vida y si lo trato bien, me va a servir mejor.

¿Y todos los otros ascensoristas piensan así? -le preguntaron-.
No, -respondió-, algunos de mis compañeros piensan que su tiempo de trabajo no les pertenece a ellos.
Dicen que es el tiempo de la empresa.
Parecen ausentes, es como si murieran a las ocho de la mañana y resucitaran a las seis de la tarde.
Suponen que trabajando de mala gana van a maltratar al jefe o a otros, cuando en realidad es el tiempo de su vida, algo que nunca van a recuperar.
Amigo, qué fácil es convertir lo ordinario y lo rutinario en algo divertido y extraordinario.
Todos los días puedes hacerlos diferentes.
Las actividades y las personas se vuelven aburridas cuando le quitas el corazón a lo que haces.
¿Cómo podrías hacer más extraordinaria tu vida?
La aventura no está en lo que haces, sino en cómo lo haces.

LA ANCIANA CAMPESINA

La anciana campesina caminaba lentamente, cargando con dificultad un atado de leña para alimentar una hoguera en la que cocinaba. Su rancho era un pedazo de techo caído sobre una pared, formando un espacio triangular dentro de éste.

Un juez que en su tiempo libre paseaba por el campo, se encontró con ella y conmovido por la edad y las condiciones en las que vivía la humilde mujer, decidió buscar la manera de ayudarla.

La señora en forma alegre y determinada, le contó al juez que comía de lo que crecía en la granja, que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban plenas de gratitud y esperanza. Después de haber conversado un buen rato, el juez le preguntó a la campesina:
- Disculpe señora, ¿hay alguna forma en que yo la pueda ayudar? ¿Tal vez ropa, o medicinas? Si en algo puedo colaborarle, sólo dígame y con gusto haré lo que pueda.

La anciana guardó silencio por un momento, y finalmente respondió:
- Muchas gracias, en realidad no necesito nada para mí, pero sí para el viejito.
- ¿El viejito?-, preguntó el juez.
- Sí -continuó la señora-, está muy enfermo, está adentro en la casa, ya no se puede ni parar, tiene muchos dolores, me toca hacerle todo porque el pobre no puede ni moverse.
- ¿Y qué tiene su esposo?- replicó el juez, sorprendido.
- No es mi esposo -respondió la anciana-, es un viejito que encontré desamparado y ¿cómo lo iba a dejar solito? Hace como dos años que lo estoy cuidando.

El juez se quedó pensando: "Nadie es tan pobre que no pueda dar, ni nadie es tan rico que no necesite recibir".

Baila y No LLores